sábado, 30 de enero de 2010

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martes, 26 de enero de 2010

LUEGO VINO LA DECLAMACIÖN




Después también había que declamar.  La declamación era una actividad muy en boga en ese entonces. Se podían encontrar por toda la ciudad lugares donde se daban clases de declamación, en las escuelas se fomentaba que niños y niñas supieran declamar y en la mayoría de los hogares, incluso en los que había pocos libros, podía encontrarse
“El Declamador sin maestro”.

En las reuniones familiares no faltaba el tío o la vecina que declamaban 
“El Brindis del Bohemio” o el niño que hacía llorar a sus mayores declamando “Mamá soy Paquito no haré travesuras…”.

Por supuesto en las asambleas y fiestas escolares cada año programaban dos o tres “declamadores”, algunos tan sobreactuados que por su  “declamación” merecían una “reclamación” de los poetas y  del público.

Mi repertorio era tan limitado que constaba solamente de un pequeño poema que había memorizado, con la finalidad de grabarlo y  enviárselo a los abuelos a España, y que decía:

     Semana Santa en Sevilla
    Un clavel y una mantilla
El primer rayo de sol
      Con que cosa tan sencilla
    Se contenta un español
  
Y así fue como pasé a la siguiente etapa del concurso en el que cada vez éramos menos las niñas participantes.

CONTINUANDO CON LOS RECUERDOS




La siguiente prueba en la que participé fue la de baile. Había niñas mayores que yo, que tomaban clases o que ya habían participado en fiestas escolares y bailaron melodías  como ‘El Jarabe tapatío’ o ‘La boda de Luís Alonso’.

A mi solo se me ocurrió bailar algo que mi hermana y yo habíamos escuchado en radio y que estaba de moda: ‘La Múcura’. Quizás porque la música era alegre y contagiosa y  me gustaba eso que decía...

              “La múcura está en el suelo, mamá no puedo con ella

               Me la llevo a la cabeza, mamá no puedo con ella

               Es que no puedo con ella... Mamá no puedo con ella”


Y pasé también esa prueba...

Al regresar a la casa le pregunté a mi mama:  Mamá ¿Qué es una múcura?